miércoles, 19 de agosto de 2009

Las voces del círculo

Bajo la bruma, reunidas en círculo pagano, cuentan las viejas brujas -no las de sombrero y escoba, sino las de humedades y rescoldos- que las ninfas se ahogan con sus propios suspiros. Dicen que quedan aletargadas, cual bellas durmientes, y van perdiendo potencia en cada respiro, ni hablar de sus cualidades que guardan para sus adentros y dejan un vacío de oportunidades que malgastan el alma.
Adorando las estrellas unen sus voces y también sus alientos, las viejas relatan las historias, hilvanan palabras que llenan de sopor, conectan la noche y el día, reunen a los mundos sensibles.
Dicen o aúllan que Ina dejó caer su último suspiro por fastidio, y que alguna otra lo dejó caer por angustia, Khara se zambulló por cansancio, pero la historia en la que se concentran es la de Aligs , que se ahogó por amor.
Sueltan que entre las noches y los días ya no había retorno, que tampoco podían traerla los amaneceres, que Eldwin, el rey, la había mirado. Aclaran que a pocos mortales las ninfas se muestran, y de ellos, los menos se atreven a mirarlas a los ojos.
Él con su armadura, se dejó vencer por los reflejos que dibujaban las aguas, por los arabescos que iluminaban y resplandecían, confundían y hechizaban. Entre esos destellos, la descubrió. Vio un rostro debajo de los líquidos almibarados de la fuente, vio o creyó ver una mirada, apenas unas pestañas que podrían ser algas, y entre esos pensamientos se perdió, llegando a lo profundo de los ojos de Aligs. Y se dejó seducir por los murmullos de las olas. Y se dejó caer por las ondas de corrientes misteriosas. Ella mantuvo la mirada, descubriendo luces en los metales azules, consumando un rostro, alimentando sus fantasías. Se asombraron de sus descubrimientos, sin atreverse a pestañar. Tarde. El hechizo estaba realizado, perturbó la mente del rey y a ella sólo le destinaba un suspiro.
Dicen que de las ninfas nacen los héroes.
¿Perdón?, sentencian las brujas del corro, ¿Acaso algún héroe nació ayer?

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